LA CASA ABANDONADA
Pilar Redondo Benítez
Érase una vez un grupo de amigos,
Inés, Emma, Theo, Guillermo. Todos ellos se conocieron cuando tenían 3 años.
Fue el primer día de colegio, y desde ese momento fueron inseparables. Ahora
habían crecido, y se habían vuelto muy pero que muy buenos amigos. Se ayudaban
unos a otros a entender aquellas asignaturas que le costaban algo de trabajo.
Tal era el caso que se apuntaron a un concurso de habilidad, astucia e ingenio, que preparaban todos los años al finalizar el curso académico. Éste año era diferente, el grupo de ganadores obtendría un regalo muy especial.
Tal era el caso que se apuntaron a un concurso de habilidad, astucia e ingenio, que preparaban todos los años al finalizar el curso académico. Éste año era diferente, el grupo de ganadores obtendría un regalo muy especial.
Las pruebas tendrían lugar en el
patio del colegio, la última semana de junio, antes de las vacaciones de
verano. No había tiempo que perder tendrían que apuntarse y decir cuáles serían
las pruebas que iban a desarrollar y quienes lo harían. Todos estaban muy
contentos y animados sería una experiencia inolvidable, ya que sería su último
año en el colegio.
Sólo contaban de un mes y medio
para prepararse para la gran cita. Inés pensó en quedar esa misma tarde en el
club del colegio allí podrían decidir que pruebas les tocaría a cada uno.
Sobre las 16:30 horas estaban
todos esperando a que abriesen las puertas del club, pero por lo visto justo al
entrar estaban todas las zonas ocupadas y tuvieron que irse a otro sitio.
Andando por las aceras contiguas al colegio encontraron un edificio en ruinas,
quedaba muy cerca de las puertas traseras del colegio, no sabían cómo no se
habían dado cuenta antes. Pensaron en entrar y echar una mirada, al estar
vacío, decidieron practicar ahí todos los días.
Al entrar tuvieron un percance con
el portón, al tener bastante tiempo en desuso la puerta estaba abombada, e
hinchada por la humedad, los cristales rotos y totalmente opacos por la suciedad.
Todo lo que miraban era ruinas tras ruinas. Pero rápidamente pensaron que
podrían montar allí un club entre todos. Manos a la obra empezaron a limpiar, a
desalojar los enseres de la habitación que utilizarían. Estaban tan ocupados
que no se percataron de que alguien los estaba espiando desde el piso de
arriba. Cuando hubieron terminado de limpiar estaban tan cansados que se fueron
a sus casas y quedaron al día siguiente a la misma hora, con algo de comida no
perecedera para momentos de matar el gusanillo.
Al día siguiente, justo cuando
entraron en el club, notaron que alguien había estado allí, en el sofá que
habían limpiado, en la alfombra que habían desempolvado. Era algo extraño por
todos, pero tuvieron la misma sensación.
Colocaron todas las bolsas de
patatas, panchitos, latas de refrescos, chocolate y mil cosas más en las
estanterías para alguna emergencia hambruna.
Empezaron a contar chistes, a leer
mucho, a formar diferentes juegos matemáticos y todo los que se les ocurría
para ganar el concurso. Era muy relajante poder contar con este lugar para
ellos porque estaba cerca del colegio, y de sus casas, porque solo lo sabían
ellos y eso quieras que no daba vidilla. Además estaba tan bien acondicionado
por el momento, que se conformaron con esa pequeña estancia. En ningún momento
sintieron la necesidad de explorar la parte de arriba, puesto que apenas les
quedaba tiempo para ello. Por eso no sintieron, no vieron al personaje que
todos los días se acercaba a la parte superior de las escaleras para poder
escuchar mejor a Emma que se esforzaba por leer en alto, entonando y parándose
en cada punto, cada coma, era un placer escucharla leer. Tenía que hacerlo
mejor que ningún niño pues la señorita Justina era muy estricta con el tema.
O las habilidades de Theo para
crear nuevos personajes en sus increíbles historias, a través de unos dados con
dibujos.
También estaba la destreza de Guillermo, que
tenía una gran habilidad con los juegos matemáticos y por último Inés, que
sabía descomponer las palabras de forma veloz y sin equivocación. Entre los
cuatro hacían un grupo estupendo y con su esfuerzo y trabajo en equipo podrían
conseguirlo.
Había pasado varias semanas cuando
de vez en cuando se daban cuenta de que les faltaban algunos que otros paquetes
de patatas o chocolatinas. Ese fin de semana quedaron por primera vez para
visitar el club los 4, y se llevarían bocatas para compartir y pasar allí el
día.
Cuál fue la sorpresa que al entrar
allí vieron como unas series de sombras salieron despavoridas para el piso
superior, ellos empezaron a gritar, y cuando estaban a punto de salir por el
portón de la casa una voz muy melodiosa les llamó a cada uno por su nombre. Se
dieron la vuelta y no encontraron a nadie, pero la voz venía del piso superior,
así que armándose de valor subieron uno detrás del otro, conteniendo la
respiración, hasta que por fin llegaron al último escalón de aquella envejecida
escalera. Al principio estaba tan oscuro que no vieron a varias siluetas
moverse por entre las sombras y yendo de un cuarto al otro para esconderse.
En aquel preciso momento uno de
estos amigos encendió la linterna de su móvil y escudriñó todas las salas hasta
llegar a una que a todos les asombraron muchísimo, de lo limpia y bien situado
que estaba todo.
Theo que era muy valiente y apenas
sentía miedo por poca cosa, descorrió las cortinas y quitó los maderos de las
ventanas que las ocultaba del gran día de sol y luz a raudales que entraba por
los grandes ventanales.
Nada más sus ojos se hicieron
rápidamente a la luz, se dieron cuenta que había una pandilla de cuatro niños y
niñas en aquel lugar. Parecía que habían pasado la noche allí, pues sus ropas
estaban manchadas y sus cabellos deslucían bastante, la falta de agua en sus
cuerpos llegaba hasta sus narices. En ese momento entendieron lo que sus mamás
siempre les decían, (la higiene es algo importante en la vida diaria.)
Se presentaron y juntos todos
bajaron a la planta baja donde todo estaba más limpio y con una luz excelente,
además habían pasado varias horas y todos tenían en sus barrigas el gusanillo
del hambre.
Cuando bajaron empezaron a
repartir la comida y Guillermo les preguntó que hacían allí. Todos se miraron
unos a otros, y Gonzalo el mayor de los niños, se presentó y también a sus
amigos Pedro, María y Sofía. Les contó que hace unos días vieron como entraban
ellos y abrían el gran portón de madera. Les explicó que este era su club desde
hacía dos años, así que querían asustarlos y decidieron ir todos los días antes
que ellos. Pero todo salió mal, porque desde el primer día vio como Emma, Theo,
Guillermo e Inés, leían, jugaban, se divertían e incluso compartían todo. Desde
ese momento quisimos ser parte de vuestra pandilla.
Así que reuní a mis compañeros
para este fin de semana y haríamos una acampada aquí para votar y decidir la
unión con vosotros, y compartir entre las dos pandillas esta casa. Pero como no
había agua, y todo estaba tan sucio… Cogimos vuestra zona limpia y acampamos
aquí, picoteamos anoche de vuestra comida de emergencia. Hasta esta mañana que
hemos despertado con el ruido de vosotros al entrar por el portón.
Hemos corrido y nos hemos caído
arriba entre telarañas y polvo de décadas en el suelo y las paredes.
Desde ese mismo día, el club pasó
de tener cuatro miembros a ocho, y lo llamaron “el gusanillo”, ¿ya sabéis porqué?
…colorín colorado este cuento se
ha acabado…
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